Hoy queremos compartir con vosotros el caso de Kira: un pastor Belga Malinois de dos años de edad con una clara agresividad por miedo, tanto a perros, como a personas.
La agresividad como síntoma no es sólo llegar a morder, ese, es el último eslabón de la cadena, son muchas más conductas no funcionales, las que un perro puede llegar a desarrollar antes de esa agresividad.
Su familia gestionaba esta situación lo mejor que podía en los momentos en que Kira demostraba su miedo “disfrazado de agresividad”. Los constantes encontronazos con otros perros, (viviendo en el centro de Zaragoza), o con personas que te miran o se acercan por la calle, hacían que su dueña se sintiera sobrepasada por la situación.
Pero gracias a Caty y Samuel, sus guías y a su total implicación con esta modificación de conducta que estamos realizando a Kira, vamos por el buen camino.
Cuando conocí a Caty ya no podía manejar a la perra; Kira es un ejemplar muy fuerte y grande para ser hembra y a pesar del bozal, ella no se sentía segura de salir con la perra a la calle.
Como podéis ver en el vídeo que os dejamos en este post, el paseo era un suplicio. Pero el destino, además de cruzar nuestros caminos, hizo que forzosamente fuera ella la única encargada de sus paseos, ya que su pareja sufrió una lesión que le impidió andar temporalmente. Ante esta situación, ella optó por la opción más valiente, implicarse al máximo en ayudar a su perra. Tras varias sesiones juntas, hemos restablecido un correcto vínculo entre perro y guía y hemos trabajado la obediencia y la habituación a esos estímulos, las distancias y las intensidades y … ¡voilà!, parece que el milagro se está obrando.
La clave está aquí, una buena base: un perro sano e inteligente y unos guías totalmente dispuestos a darlo todo por solucionarlo.